Para entender la enfermedad, hay que considerar el discurso del ser humano, sus gestos, sus silencios, sus hábitos de sueño y vigilia, sus afanes, su naturaleza y tiempo.
Hipócrates, 440 a. C.
Aunque en la actualidad sigue en Europa el predominio del modelo biomédico convencional de salud, ya en 1977George L Engel describió en EEUU el modelo biopsicosocial[1]: el organismo como unidad interconectada con el medio que lo circunda. Cuando una parte de la unidad enferma, todo el sistema manifiesta desequilibrio, la psique, el cuerpo, el entorno social, laboral, personal y el ambiente físico en el que el ser humano se desenvesuelve.
Al quedar comprometida la función de un órgano, por ejemplo el riñón, la completa unidad del cuerpo y sus envolventes queda comprometida y no sólo la específica función de regulación del equilibrio hidro-mineral de ese órgano. No es infrecuente que el medio ambiente físico sea origen de disfunciones en la población, como ocurre en entornos laborales insalubres, en ciudades sin naturaleza, en climas extremos, etc…
Pero la preocupación por la esfera mental parece proceder del principio de los tiempos. Esquimales, indios del Amazonas, aborígenes australianos reconocen la existencia de espíritus habitando en todos los seres; creencia que debió de ser un descubrimiento humano de lo más revolucionario. Hoy resulta difícil imaginar las desvalidas condiciones con las que aquel hombre primitivo tuvo que afrontar la enfermedad, el dolor o la muerte. Pero a diferencia de otros seres, el humano comenzó su apuesta por la comprensión de la naturaleza. Formular conceptos y símbolos ha sido obra del espíritu humano, lo que le ha servido para transcender la estricta realidad. Pudiera ser que la mentalidad mítica de aquellos hombres surgiera como mecanismo de defensa frente al misterio del dolor y la muerte.
Transcurrieron milenios hasta que en el siglo IV a. C. apareció la mentalidad científica como el afán por conocer las leyes que rigen la naturaleza. Las creencias animistas dieron paso a los primeros conceptos racionales de la mente. Hipócrates, fundador de la medicina, vio la mente como un producto humano, y no sobrenatural, que sólo podía expresarse a través del cerebro. Creía que el tratamiento de la enfermedad podía abordarse desde la consideración de actitudes, influencias ambientales y remedios naturales.
El primer sistema filosófico coherente entre cuyas ideas se plantea el dualismo psicosomático corresponde aPlatón: el alma posee a priori el conocimiento de todo y sólo requiere liberarse del cuerpo para recuperar el estado de perfección previo. A diferencia de su maestro, Aristóteles situó el estudio del alma en relación al del organismo vivo. Se ha dicho que fue el primer psicólogo por su extensa y detallada descripción de la experiencia y la conducta humana. Describió la mente, no como una esencia, sino como un proceso que, en analogía con la cera, se va troquelando con cada sello que se aplica en ella.
Después de este rico periodo, otra larguísima noche de aburrimiento intelectual tuvo que transcurrir hasta que en la modernidad Descartes reactivara el problema mente-cuerpo considerando estas dos entidades como diversas y sólo relacionadas a través de la glándula pineal. El cuerpo como una maquinaria carente de todo matiz sagrado y subsidiario de estudio como cualquier otro mecanismo, y el alma que para él no podía ser objeto de estudio científico. El éxito de sus propuestas, al menos en gran parte, fue debido a que permitía el “reparto” del hombre como objeto de estudio, entre la ciencia que ahora podía investigar el cuerpo, sin trabas, y la teología como única depositaria del conocimiento del alma.
Así las cosas, el concepto psicosomático ha llegado a nuestros días portando una pesada carga semántica que hunde sus raíces en el dualismo filosófico mencionado y acentuado por la referida propuesta cartesiana, y que ha permeado la modernidad y con ella toda una concepción de la enfermedad. En la actualidad, la comprensión alcanzada sin precedentes, sobre el origen, estructura plástica y función del sistema nervioso, sus relaciones íntimas con la consciencia y con los sistemas inmunológico y endocrino, junto al potente feed-back que establece con el entorno, hacen de todo este conjunto de nodos, una realidad única, al socaire de cuya luz ya no puede entenderse, cuerpo y mente, como entidades separadas que a veces interactuan.
La revisión de aquellas posiciones dualistas y los descubrimientos de esta nueva forma de mirar la salud y la enfermedad, bien pudieran convertir el término psicosomático en una redundancia; a la vista de las nuevas evidencias, todo en nosotros es psicosomático. Avanzamos en la construcción de un modelo humano cada vez más integrado, que favorece la investigación de la íntima unión entre sus distintas dimensiones: biológica, psicológica, social, espiritual y ecológica.
Se abren perspectivas fabulosas en medicina con el apoyo de nuevas disciplinas en su vanguardia, como laepigenética o la psiconeuroinmunología, que pueden llevar a considerar la salud, entre otras cosas, un asunto que concierne a la esfera íntima de las personas, y por tanto más accesible a todos desde una educación que contemple la curación como posibilidad personal de escoger la construcción de la propia salud.
[1] The need for a new medical model: a challenge for biomedicine. Science 1977; 196 (4286): 129-136
Escrito por: Esteban Fernández Hinojosa